domingo, 4 de octubre de 2015

De San Miguel a San Miguel.


Una de las ventajas que tiene vivir en el medio rural es que resulta más sencillo percibir algunos aspectos que han estado presentes en la cultura popular a lo largo de los siglos. El hombre y la mujer rurales formamos parte de un paisaje generado como resultado de una acción conjunta entre el ser humano y la naturaleza durante miles de años (Vid. Convenio Europeo del Paisaje, 2000). Sin ser humano en el medio rural se podrá hablar de otras cosas, pero no de paisaje.


San Miguel con su bastón de mando como primera autoridad de las huestes angélicas.
Tartanedo (siglo XVIII)

Pues bien, esta pertenencia al paisaje, nos permite muchas veces percibir hechos sobre los que se ha teorizado y que siguen en cierto modo vigentes, aunque nuestras formas de vida hayan cambiado, lógicamente. Uno de ellos es el sentido cíclico del tiempo que tenían nuestros antepasados, basado sin duda, en la repetición de fenómenos astronómicos, climatológicos, vegetales, animales e incluso humanos año tras año (Gurievich, 1990: 114 y ss). Teniendo en cuenta esta percepción, es fácil comprender cómo algunas fechas del año son claves para el hombre y la mujer que han habitado estas tierras durante miles de años. Una de ellas era la festividad cristiana (cristianizada) de San Miguel, que se celebra el 29 de septiembre.

Se trata de una fecha importantísima en el calendario tradicional europeo; tanto que se puede considerar, sin exagerar, el verdadero inicio del año para muchos aspectos de la actividad humana. El día de San Miguel se formalizaban y/o renovaban contratos, se elegían cargos públicos, se daban cambios en los sistemas de producción agrarios. El día de San Miguel, pues, era uno de los más importantes, sin duda porque marcaba un cambio dentro del ciclo anual, porque el hombre y la mujer que vivían en sinergia con el medio percibían que alrededor de esa fecha algo cambiaba en el entorno que les arropaba y, al tiempo, del que formaban parte.

Una fecha internacional.

Aunque la cultura del pasado era eminentemente local, existen fenómenos que se repiten en lugares alejadísimos entre sí, y uno de ellos era la importancia que en toda Europa se le dio a esta fecha. De este modo, encontramos que en Portugal, Italia y Francia, San Miguel es la fecha de la firma de ciertos acuerdos agrarios. Así pues, es conocido como en Francia el día de San Miguel era en muchas partes día de elecciones municipales durante la Edad Media, como era el caso de Toulouse (Bordes, 2006).

Pero no solo en la Europa mediterránea se detecta este hecho sino que en Inglaterra estaba acuñado el término Michaelmas, para designar a la fiesta de San Miguel, y Michelmas term para el plazo a contar desde San Miguel para asuntos comerciales y agrarios (Barthe, 1956: 164-165). Aún hoy, el día de Michaelmas es el primero del año académico británico y del Michaelmas term que se prolonga hasta Christsmas.

En los reinos y señoríos hispánicos los ejemplos en los que la fecha de San Miguel está presente en contratos agrarios y comerciales, en nombramientos de cargos y oficios concejiles son infinitos. Este hecho se extendía a múltiples ámbitos de la vida, y así, por ejemplo, en Córdoba era habitual el arriendo de los corrales de comedias de San Miguel a San Miguel en el siglo XVII (García, 1999). De nuevo en el ámbito agrario, en Galicia permanece vigente aún hoy en día en su Derecho Civil San Miguel como fecha de expiración de los convenios de aparcería en algunas comarcas (BOE, nº 91, 05 dic. 1963).


San Miguel pesando almas. 
Roger van der Weyden. Políptico del Juicio Final (c. 1450)

San Miguel en la organización del Señorío.

En el Señorío de Molina la fiesta de San Miguel también era muy significativa y son abundantes las noticias que la documentación ofrece. Se encuentra todavía en el habla popular de la comarca el término de sanmiguelada para expresar el periodo que iba de San Miguel a San Miguel, fuera cual fuese el asunto que quedase pactado entre una y otra fecha. Es interesante constatar cómo en el fuero San Miguel se encuentra reiteradamente como fecha clave en el sistema político del territorio.

Por lo que respecta a las elecciones a juez, como cargo supremo del Concejo, y alcaldes o jefes de barrio parece ser que tenían lugar, en los siglos XII y XIII al menos, el día de San Miguel después de la misa, presentándose los candidatos el domingo anterior a esa fecha para ser elegidos echando a suerte (Fuero Ms. M: 12v). Quizá en este día también se elegían otros cargos como jurados o alcaldes pedáneos de las aldeas.

San Miguel era también la fecha de referencia para las velas de centinelas en las torres de la villa; tenían dos turnos los cuales se iniciaban dicho día hasta Pascua Llorida y de Pascua Llorida (1) a San Miguel; en cuanto las robdas (rondas) de dehesa y carreras (caminos) de la villa tenían lugar de San Juan (23 de junio) a San Miguel. Por último, el fuero indica que los caballeros que no tuviesen casa poblada en Molina desde San Miguel a San Juan no podían acceder a cargos concejiles para las elecciones del siguiente San Miguel (Ibidem: 24r-v).

A medida que avanza el sistema de regidurías perpetuas desde las postrimerías de la Edad Media, cargos que se adquirían por compra al Concejo y/o la Corona, se dejan de celebrar elecciones a suertes. Sin embargo, se mantiene este día la elección anual de oficios concejiles asalariados a lo largo de todo el Antiguo Régimen.

Dice Núñez al respecto que “tienen costumbre inmemorial todos los regidores que se hallan presentes en esta villa de juntarse con los juezes [corregidores] el día de San Miguel de cada año a sacar y nombrar las personas convenientes para los oficios de la república, házese esto después de auerle dicho missa su capellán, antes en [la iglesia de] San Juan que llamaban de Concejo y ahora en el altar de su vocazión que está en Sta. María del Conde” (Núñez: 136r).

En la villa se nombraba un letrado, el capellán, los alcaldes de la Hermandad (una especie de policía rural), mayordomos, receptor, médico, camarero del pósito, caballeros de sierra (celadores de montes comunes), etc. Es de suponer que, aparte de estos oficios, en Molina, como ocurría en las aldeas, existieron nombramientos de oficios destinados al pastoreo de ganados comunales del vecindario, así como al arriendo de locales públicos.



Torre de Veladores. Molina de Aragón.

Por lo que respecta al ámbito campesino del Común de las aldeas, esta institución también celebraba sus asambleas anuales en torno a esta fiesta:

También [en] el modo de gobierno que tienen [los aldeanos] muestran ser gente de buena policía y entendimiento, y es de esta manera: cada año se juntan los de la Tierra de Molina por el día de San Matheo en el lugar que señalan en cada sexma (2) y allí nombran para cada una de las cuatro sexmas un diputado, dos acompañados, dos contadores y un sexmero (…). Después de nombrados los ofizios como está dicho, el domingo siguiente a el día de San Miguel de aquel año se junta el Común en el lugar que deputan cada año” (Núñez: 172v).

Aunque es solamente una hipótesis, no deja de llamar la atención la coincidencia de esta tradición de reunirse los vecinos de las aldeas el domingo posterior a San Miguel en el siglo XVI, con la cláusula del fuero en la que se señala una fecha, concretamente el mercado posterior a San Miguel, “en el qual todos se allegan”, en la que se celebraba un concejo especial, el concejo mayor (Fuero, texto M, fol. 8v).

Es cierto que trata de una parte del fuero cuyo sentido es difícil interpretar, como ya lo intentó Soler y Pérez pero, por el contexto, parece referirse a una asamblea concejil en la que intervienen los vecinos de las aldeas, que se allegarían a Molina, coincidiendo con la celebración de dicho mercado, para presentar cuestiones surgidas en el ámbito campesino a lo largo del año; se trataría, por lo tanto, de un precedente de la institución aldeana del Común de la Tierra, que conservó estas fechas para celebrar sus Juntas Generales (Vid. Soler, 1927: 67-68).

Otro de los momentos en los que aparece la fecha de San Miguel es en un pleito entre concejo de la villa y el Común de las aldeas en el siglo XV, momento en el que el Común de la Tierra decide, sin facultad para ello, prolongar el periodo de arriendo de las rastrojeras de las aldeas a los ganados foráneos (Diago, 1993: 194). Independientemente de este hecho muy puntual (la voluntad de cobrar por el pasto de rastrojeras), lo que podría indicar esta noticia es que el periodo de aprovechamiento ordinario y libre de las rastrojeras, que se mantiene hasta la misma actualidad, quizá se prolongaba en el pasado hasta el día San Miguel en toda la Tierra de Molina.

Como ocurría en Molina, en las aldeas se nombraba este día a los oficiales concejiles, como los guardas de montes, dos en los pueblos de más de 30 vecinos y uno en los de menos. Estos guardas son regulados por ordenanzas comunes para villa y Tierra en 1538, indicándose que fuesen nombrados el día de San Miguel, tal como se hacía con los caballeros de sierra, nombrados por el concejo de la villa, y que acudiesen en un plazo de nueve días ante el corregidor y regidores de Molina a jurar los cargos, comprometiéndose a denunciar las talas de los montes comunes enclavados en los términos de los lugares del Señorío también en el plazo de nueve días.

Recordemos que se entendía por montes y pastos comunes o realengos todos aquellos que formaban los términos de las aldeas, a excepción de las dehesas concejiles y las labores; todos los bosques y lomas que quedaban fuera de esas dos categorías eran montes de disfrute común para todos los vecinos del Señorío. Permaneció vigente el aprovechamiento mutuo de términos hasta la segunda mitad del siglo XIX. Estos montes eran vigilados desde época foral por los caballeros de sierra de Molina, que entraron en competencia durante el Antiguo Régimen con los guardas locales, como constata una Real Provisión de 1778 (BNE, 1800: 25r y ss).

Aparte de los guardas concejiles, en el día de San Miguel se contrataban por parte de los concejos a los duleros, los vaqueros, los cabreros, los porqueros; los taberneros, los tenderos, los herreros, los tejeros; los maestros, el cirujano, el médico, el boticario, el veterinario. Por lo que respecta a los tres primeros se encargaban de llevar a pastar los ganados comunales, formados por reses de todos los vecinos, mulas, yeguas, caballos, vacas, cabras y cerdos.




Cabrada en Cobeta.

El contrato de taberneros, tenderos, herreros, tejeros, etc., implicaba que los concejos poseían los establecimientos e incluso a veces las herramientas con las que en ellos se trabajaba, y los oficiales se comprometían a servir al pueblo, cada uno en su sector,  por los menores precios y mejor calidad. Asimismo, los concejos contrataban y se comprometían a pagar a profesionales de la educación, haciendo el maestro muchas veces funciones de sacristán y campanero (especialmente entre los siglos XVIII y principios del XIX). Otro tanto ocurría con los profesionales sanitarios, los cuales no siempre se encontraban en todos los pueblos, de modo que éstos solían atender y ser pagados por igualas entre vecinos de varios pueblos de una contornada.

La fiesta de los pastores.

Pastor de Chequilla (1935). Fondo Layna del Centro de la Fotografía y la Imagen Histórica de Guadalajara (CEFIHGU).

Pero si por algo se recuerda San Miguel en la Tierra de Molina es por la celebración de contratos de pastores. Hay que tener en cuenta que en una cultura tradicionalmente trashumante, a partir de esta fecha era común que los ganados comenzasen a bajar a los extremos: Andalucía, la Mancha, Extremadura e incluso, en algunos pueblos como Motos, volcado históricamente a Aragón, al reino de Valencia (el Reino por antonomasia). Era lógico pues, que a unas pocas semanas de partir se celebraran estos contratos.

La naturaleza era la primera en avisar por estas fechas de que se acercaba el momento de hacer la vereda. Ya desde finales de agosto florecen los azafranes silvestres (Colchium autumnale) llamados precisamente, al menos en el mediodía molinés serrano, al que pertenezco, Aventapastores o Ablentapastores, de aventar o ablentar, en el sentido de despedir, despachar. Asimismo, todavía hemos oído cómo los animales que trashumaban, llegado este tiempo, barruntaban la migración hacia tierras mejores e incluso que podían emprender ellos solos la vereda si se retrasaba la decisión humana por algún motivo. En todo caso, las fechas de partida solían centrarse aquí en el entorno  de Todos los Santos.

Ablentapastores (Colchium autumnale) 

Domiciano Usero, de Traíd, hoy con 88 años de edad, quien comenzó a ir pastor a los 8, recuerda que existía una chanza entre personas de este oficio consistente en un examen para los mocetes que comenzaban su carrera pastoril; en él se tenían que enunciar los mandamientos del pastor, tras lo cual, al aspirante se le daba la garrota y se le colgaba el morral. Estos mandamientos eran los siguientes:

El primero: comer migas en caldero.
El segundo: comerse los trigos de todo el mundo.
El tercero: matar el mejor carnero
El cuarto: buscar los mejores pastos.
Y el quinto: no decir la verdad ni a Cristo.

La globalización, de la que participamos ya todos, incluso los habitantes de los pueblos aparentemente más alejados de centros urbanos importantes, conlleva la homogeneización, la estandarización cultural, también la pérdida del sentido cíclico del tiempo y la pérdida del valor simbólico de las fechas del calendario, que tiende a convertirse en un continuum, sin referencias ni días de significado especial, sin principio ni fin. Sin San Migueles de inicio y término del año.


Notas:
(1) Pascua Llorida = Pascua Florida. Obsérvese este ejemplo tan interesante del romance con el que está escrito el Fuero donde el grupo consonántico /fl-/ se ha convertido en /l̮-/. (Vid. Torreblanca, 1990).
(2) Sobre las palabras ‘sesma’ y sus derivadas, en este texto concreto (copiado en el siglo XVIII, pese a ser de finales del siglo XVI-principios del XVII), aparece escrita con x (sexma). Por mi parte prefiero escribirla con s (sesma).


Bibliografía:
BARTHE PORCEL, Julio. “La festividad de San Miguel como término y plazo de negocio jurídico” en Anales de la Universidad de Murcia, vol. 14, nº  1-2 (1956), pp. 157-166.
BORDES, François. Formes et enjeux d’une memoire urbaine au bas Moyen Âge: le premier “Livre des Histoires de Toulouse” (1295-1532). [Tesis doctoral]. Toulouse:  Université de Toulouse-Le Mirail, 2006, T. II.
Convenio Europeo del Paisaje (2000). Madrid: Ministerio de Medio Ambiente, 2007.
DIAGO HERNANDO, Máximo. “El arrendamiento de pastos en las comunidades de villa y Tierra a fines de la Edad Media: una aproximación” en Agricultura y Sociedad, nº 67 (abr.-jun., 1993), pp. 185-203.
Fuero de Molina (Ed.) CABAÑAS GONZÁLEZ, Mª Dolores. [Guadalajara]: Diputación Provincial de Guadalajara, 2013.
GARCÍA GÓMEZ, Ángel María. Actividad teatral en Córdoba y arrendamientos de la Casa de las Comedias: 1602-1737. Madrid: Támesis; Diputación de Córdoba, 1999.
GUIRIEVICH, Arón. Las categorías de la cultura medieval. Madrid: Taurus humanidades, 1990.
SOLER Y PÉREZ, Francisco. Los comunes de villa y Tierra y especialmente del Señorío de Molina de Aragón. Madrid: Establecimiento Tipográfico de Jaime Ratés, 1921.
TORREBLANCA, Máximo. “La evolución /kl-, pl-, fl-/> /l̮-/ en español” en Revista de Filología Hispánica, vol. 70, nº 3-4 (1990).

Documentación:
Archivo Eclesiástico de Molina. NÚÑEZ, Francisco. Archivo de las cosas notables de esta leal villa de Molina. Finales del siglo XVI- principios del siglo XVII (copia de 1732).
BNE, 2/1131. Instrucción y fórmula para los alcaldes pedáneos, regidores y fieles de fechos de los lugares del Señorío de Molina, Tierra de Almazán y Ducado de Medinaceli. Madrid: B. García y Compañía, 1800.


jueves, 2 de julio de 2015

Una historia de película

Ha pasado San Pedro y hemos entrado ya en el mes de Santiago: en el Señorío de Molina comienza el verano. Tiempo de siegas, de pueblos llenos de gente por un corto periodo, de fiestas patronales, de actividades culturales, tiempo de encuentros y, por supuesto, de desencuentros: ¿qué sería un verano sin desencuentros? Es tiempo también de tareas que requieren una atención especial, por lo que ésta es la última entrada de nuestro blog hasta septiembre, momento en el que retomaré este pensar en voz alta que hemos dado en llamar CulTuralsm.


Segador molinés.
Fte: Elaboración propia sobre fotografía de Ana Lorente.

En estos meses, que han sido para mí una toma de contacto con el mundo de la bloguería, he visto las posibilidades y los inconvenientes de este formato tan dinámico. Pese a todo, mi intención ha sido siempre la misma: tratar de ofrecer con humildad una información contrastada, trabajada y reflexionada. Una información que he intentado elaborar para "uso interno", para aclararme, pero que he creído que podría ser de utilidad para potenciales lectores.

Por qué contar historia(s)

Hace un tiempo, comentábamos un amigo historiador y yo cómo la parte más bonita de todo esto es la de la investigación, ese trabajo tan íntimo, tan personal y tan placentero: encerrarse en el archivo, tocar aquellos papeles centenarios, no siempre libres de alérgenos, bacterias y demás porquerías, enfrentarse a aquellos tipos de letra y saborear expresiones perdidas desde hace mucho. Ver que las piezas casan, o no, y entonces irte a dormir a las tantas intentando resolver cuestiones que, acaso, a nadie más han interesado desde hace dos, tres o cinco siglos. Lo de publicar es otra cosa, entra ya dentro de una parafernalia que, bueno... es otra cosa.

Sin embargo, hay multitud de razones para conocer y transmitir las historias de nuestros antepasados. Está la consabida sentencia: "el que no conoce la historia está condenado a repetirla"; o aquella otra: "el que no valora su pasado pierde también su futuro". Efectivamente, tengo clarísimo que no se puede sobrevivir sin memoria y que un ser o grupo humano sin esa facultad está condenado, sencillamente, a extinguirse.

Sin embargo, como esta entrada va también de cine, me quedo en esta ocasión con la reflexión que hace a este respecto el pequeño Nullah al término de la película Australia (2008). No es, en mi opinión, una gran película, pero una de sus frases finales, que el director deja en boca del protagonista infantil, antes de emprender su particular viaje iniciático junto a su abuelo aborigen, el llamado Rey Jorge, me parece una preciosa justificación para seguir haciendo público lo que es de todos:

"Una cosa sí que sé. Lo más importante es por qué contamos historias: hace que (la) gente se sienta de su tierra, siempre".




Este blog está siendo también para mí una forma de reivindicar la Historia, con mayúscula, una disciplina apasionante de la que todo el mundo (políticos sobre todo) parece entender pero que muy pocos se atreven a estudiar, a acudir durante años a clase y asimilar con ello conceptos, aprender técnicas y modular conclusiones prejudgadas, para formarse y devolver a la sociedad por medio de un método científico, con las herramientas adecuadas, una visión crítica del pasado, de la historia, con minúscula. Devolver a la sociedad sus historias para así conservar su identidad.

Introspección colectiva.

Hace ya años (prefiero olvidar dónde) estuve en relación con un proyecto que trataba sobre la creación de un sendero deportivo basado en un camino histórico. El equipo que lo llevaba entraba y salía de la Historia (con mayúsculas) y de la historia (con minúsculas) sin pudor, a martillazo limpio, unas veces dando en el clavo y otras, muchas otras, en el madero.

Mi criterio era que había que conservar el recorrido del viejo camino, por respeto al pasado, pero también por respeto al nuevo caminante, gustoso siempre de andar por donde han hollado con sus pies decenas de generaciones de hombres y mujeres, porque -entiendo- caminar por un sendero histórico, aparte de un deporte precioso, es una forma de comunión con personas que nos han precedido en el tiempo, aunque no conozcamos sus nombres ni sus circunstancias.

En una de las reuniones en la que expuse esta opinión, una voz autorizada zanjó la cuestión: “La historia no es importante”. Lo cual, en esta ocasión, venía a decir también que la Historia y todo el trabajo de investigación, de búsqueda documental, de procesamiento de datos que lleva aparejado, tampoco importa. Confieso al lector/a que durante mucho tiempo -yo más joven, claro- estuve afectado por entender que ese señor había hecho de portavoz de la sociedad toda e, incluso, por un tiempo, aquel desencantador profesional logró el propósito de su oficio.

Cañada real de Merinas a su paso por entre las dehesas de Alcoroches y Alustante.
Vestigio del paso ganadero que comunicaba Molina con el puente de las Tres Provincias.
¡Cuántas historias podrían contar estas vías de comunicación!
Fte. imagen: elaboración propia.

Sin embargo, aunque sé positivamente que existe una opinión amplia en sintonía con la de aquel caballero, aunque sé que las Humanidades para muchos “no sirven para nada”, aunque sé que se siguen y se seguirán vendiendo motos, dando gato por liebre al turista desprevenido, por la arrogancia del político y/o tecnócrata de turno ávido de resultados inmediatos, aunque sé todo esto, con los años uno sigue en sus trece, y defiende que los proyectos de éxito no pueden prescindir de la investigación previa, si se quiere ser honrado con el visitante y leal con el habitante.

Hay a quien le basta con reproducir(se) lo que se ha dicho siempre; con eso se cubre el expediente y además no nos metemos en líos. Pero la Historia no es una ciencia inocente y, desde luego, tampoco estática. La aparición de un solo dato, conservado en la encuadernación del librote aparentemente más anodino, puede descabalar lo mantenido durante siglos por las más recias teorías.

Prescindir de la profesionalidad del historiador, del humanista, aparte de arrogancia, también tiene algo de autoengaño, de no querer ir más allá de la rutina, de lo aparente. Aunque en el fondo necesitemos saber más sobre nosotros mismos, hacer acopio de lo nuestro para progresar. Pero ¿y si resulta que investigando aparece algo que no nos conviene conocer? Esto me recuerda a aquella escena en la que Robert De Niro amenaza a Billy Crystal en Una terapia peligrosa (1999) diciéndole que si en el transcurso de la misma descubre alguna parte "oscura" de su personalidad, le matará.



Una espada en un campo.

No se trata tampoco de buscar los tres pies al gato. A veces la literatura histórica de la que estamos bebiendo arrastra multitud de anécdotas que, por haber regalado los oídos del público, por su altisonancia y su carácter alambicado, han tenido éxito. Está demostrado que los vídeos falsos son los que más éxito tienen en la Red, son los virales por excelencia. Sin embargo, a veces la realidad (presente y pasada) es mucho más simple y por ello más interesante.

En las aulas zaragozanas de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras a las que asistí se viene negando explícitamente desde hace cuatro o cinco décadas la batalla de Covadonga y, por supuesto, la aparición del apóstol Santiago montado en un caballo blanco en la de Clavijo arengando a las huestes cristianas. Esto puede escandalizar todavía a alguien porque parece que estas teorías nos dejan en el vacío. Sin embargo, al caer los mitos (que pueden seguir siendo estudiados y mantenidos como parte del acervo cultural de los pueblos), han aflorado aspectos de mucho mayor interés desde el punto de vista humano.

Por medio de todo esto se pueden cruzar los intereses diferenciadores, es decir, aquellos en los que se pretende que un grupo social o un territorio (o un pueblo, en el colmo del localismo) no tengan nada que ver con el vecino, cuestión harto difícil de lograr, si no es falsificando la historia. Si algo se aprende cuando se siguen los parámetros humanistas es que nos llevamos unos con otros el cantico de un duro (o de un céntimo de euro). 

Sin embargo, lo que tiende a perpetuarse y transmitirse en folletos turísticos, libros de viajes, y a través de ellos expandirse oralmente hasta hacerse imparable, son las anécdotas más sensacionalistas, más maravillosas, más complicadas de mantener desde el punto de vista racional; para mí, y creo que para mucha gente, es mucho más hermosa y atractiva la historia probable que la historia ciertamente imposible.

Cuando me pongo a trabajar, cuando trato de explicar un fenómeno histórico/social, siempre pienso en dos cosas: una, (inspirado laxamente en Descartes) que puedo estar de entrada completamente equivocado, lo que lleva a buscar y contrastar datos, aunque sin pretender alcanzar la verdad absoluta, algo que no creo que exista; dos, (inspirado en Ockham, puede decirse) que la explicación más sencilla suele ser siempre la más probable.

De algún modo todo esto se plasma en una escena preciosa en la que Dustin Hoffman interpreta a un personaje que simboliza la voz de la conciencia de Milla Jovovich en su papel de Juana de Arco (1999) (¡soberbios ambos!), y la reprende tratando de buscar una explicación racional a su supuesta misión divina.


Me gusta este modo de proceder, y trato de ponerlo en práctica cada vez que trato de avanzar en la búsqueda y la transmisión del conocimiento. Te hace más cercano al suelo.

La historia de todos/as.

El blog está siendo también mi modesta reivindicación de la historia de nuestra tierra, una historia en la que entraron en juego (y a veces en conflicto) todas las clases sociales del pasado, incluidas aquéllas que no han tenido nunca voz. Una historia en la que es inevitable tratar sobre señores y caballeros, pero en la que es imprescindible, también, incluir campesinos, menestrales, mercaderes... Molineses de la villa y molineses de las aldeas. Buscar la huella del hombre y, por supuesto, de la mujer. Es una tendencia que el mundo de la historiografía moderna lleva trabajando desde hace varias décadas con resultados preciosos, y que parecía ir calando en la divulgación. 

Digo parecía, porque series como la exitosa Isabel, aparenta en sus enfoques, a veces sesgados (con ramalazos ideológicos claros), una vuelta atrás en este sentido. En ella se regresa a una historia explicada desde arriba, en la que rara vez se muestra al pueblo llano como actuante en la sociedad del pasado. No es que no me llegase a interesar la serie, ni siquiera que no me gustasen buena parte de sus capítulos, pero me preocupa que la sociedad vuelva a concebir la historia como una dimensión en la que solo tuvieron parte las clases privilegiadas.

En ella también se vuelve a la vieja y creíamos que superada idea de que "Castilla hizo a España", y que lo castellano es lo bueno, lo fetén, dejando a lo demás como accesorio, e incluso como lo negativo, lo antiespañol. Si lo que se pretendía con esa serie era recuperar la memoria y ofrecer al gran público una visión actualizada de cómo surge paulatinamente la noción de España, lo lógico es que se hubiese contado también con lo aragonés, con la diversidad que aportaron a este constructo político los aires mediterráneos.

Aunque, con un sentido del humor sanote y nobletón, (humor somarda, como lo autodefinen ellos), este hecho no dejó de ser objeto de crítica por parte del equipo de Oregón TV, un espacio de enorme popularidad en la televisión autonómica aragonesa, del que algunos somos fans aquende la Raya.


Volviendo a Isabel, seguí con interés los diálogos que mantenían en Internet los televidentes y los administradores en los foros de TVE durante su emisión y confieso que hubo noches en las que me acosté admirado de lo poco que cuesta destruir la labor de generaciones de historiadores. Sin embargo, uno tiene la esperanza de que no es lo mismo vencer que convencer, y que llegará un tiempo mejor para las Humanidades, para la Cultura en general.

De no ser así, no hubiese sido nuestra historia.

Hace muchos, muchos años, escuché la historia de un triunfador. Un hombre "hecho a sí mismo" que alcanzó el éxito en su mundo profesional, no recuerdo en qué campo. Procedía de un pueblo, quizá no lejano a cualquiera de los nuestros, y de una familia humilde.

En cierta ocasión, por motivo de la concesión de un premio, tuvo que llevar a sus padres a una cena llena de glamour, y el winner hizo todo lo posible por disimular su relación con aquellos dos ancianos que se habían colado en la sala, que le recordaban su procedencia. El narrador de la historia no escatimó adjetivos para calificar a aquel individuo, entre los que estaban: baboso, cipote, tarado, el so acomplejao, y otras lindezas así.

Siempre recuerdo esta historia y la indignación que nos produjo a la audiencia conocer cómo su protagonista, aquel pobre hombre, se avergonzaba de sus orígenes rurales y llanos. Creo que las personas y grupos humanos que se cuidan de (re)conocer sin prejuicios su pasado son mejores, se comprenden y comprenden mejor a los que les rodean. Avanzan. No me interesan fenómenos que nunca han sucedido o que han podido ser inventados o maquillados para hacernos más que los demás. Me apasionan los hechos que nos vinculan a los otros;  me apasionan los hechos que nos hacen más terrenales, más humanos.

Creo que esto es lo que he tratado de exponer en estos meses: nuestra historia podría haber sido de otra manera pero, como concluye Emma Suárez en Sobreviviré  (1999) de haberse desarrollado así, no habría sido la nuestra.

¡Feliz verano a todos y a todas!

Fte.: http://www.filmaffinity.com/es/film431790.html






domingo, 14 de junio de 2015

Microhistorias molinesas (IV).  La casa de Manuel Herranz de Hombrados.

Conocer es amar, y a medida que uno se adentra más en el pasado del Señorío de Molina, más se va fascinando por el potente legado cultural que posee. Hoy nos acercamos a otras formas de protección simbólica contra agentes visibles e invisibles que quedaron plasmadas en elementos de la arquitectura vernácula.

No recuerdo bien cuándo "descubrí" el elemento arquitectónico que propongo en esta entrada, pero su conocimiento se lo debo a mis padres que en las tardes de domingo, en cuanto llegaba el buen tiempo, nos llevaban a mi hermana y a mí a visitar los pueblos de la comarca. Sabían instintiva e intuitivamente que solo a través del conocimiento se puede llegar al aprecio de lo propio.

Tronera en forma de cruz en la casa de Manuel Herranz de Hombrados
Fte. imagen: elaboración propia.

En esta ocasión nos acercamos Hombrados, pueblo de la sesma del Pedregal donde nos encontramos con una interesante muestra de epigrafía destinada, según las mentalidades del pasado, a ahuyentar al mal en sus múltiples manifestaciones que, como hemos visto en entradas anteriores, podían ser los agentes atmosféricos, las epidemias, o acaso partidas de bandoleros o militares de bandos enemigos, fuesen cuales fueran las contiendas del momento.

Hombrados, un lugar donde aprender.

Hombrados siempre me ha parecido un  pueblo muy interesante, por las muestras de arquitectura que ha conservado pero también por su historia. Siempre me ha llamado la atención su soberbio pairón de la Virgen del Pilar (1746) a la entrada del pueblo por la carretera, si bien en la antigüedad, parece que en este pairón confluían varios caminos que conducían desde Hombrados a El Pobo, Anquela del Pedregal y Morenilla. También resulta todavía imponente, en la plaza, la casa grande de los Chantos-Ollauri, los detalles de buena cantería de la casa lugar y el no tan antiguo, pero sí rotundo, juego de pelota.


Escudo en la casa grande de los Gonzlez Chantos Ollauri.
Fte. imagen: elaboración propia.

Por supuesto, su iglesia conserva elementos no solo de interés artístico, sino también de un enorme interés antropológico: en ella he podido ver todavía un banco de la justicia con las armas reales de Castilla y León pintadas, donde se sentaban los miembros del ayuntamiento. Elementos muebles que, en ocasiones, poseen un valor histórico innegable pues que hablan de una larguísima tradición institucional, incluso anterior a la implantación de ayuntamientos constitucionales en el Señorío en el siglo XIX, dado que en 1767 los pueblos mayores de 10 vecinos pasan a gobernarse por ayuntamientos, dejando en un lugar secundario el gobierno a través de concejos que había existido en las aldeas molinesas desde la Edad Media.

Respaldo del banco de la justicia.
Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción de Hombrados.
Fte. imagen: elaboración propia.

Y un antiquísimo ataúd que servía para todos los difuntos del pueblo, algo común en todas partes, pero de los que quedan escasísimos ejemplos: cuando la comitiva fúnebre llegaba a la fosa, el ataúd se abría y se depositaba el cuerpo en la sepultura. Estos ataúdes podían servir también como túmulos o tumbos que, una vez revestidos con telas negras sobre las que no solían faltar las muertes, o sea, la calavera y las dos tibias (bordadas o incluso reales), se colocaban ante los altares en celebraciones de cabo de año y otras memorias de difuntos.

También se conserva en esta iglesia un conjunto de campanas interesantísimo, por su antigüedad y por su calidad. Campanas que no me he resistido a mencionar en las dos entradas anteriores. Una campana gótica del siglo XVI y otra más moderna, datada en en la segunda mitad del siglo XIX la cual, al parecer, fue mandada fundir por encargo del Dr. Diego A. González Chantos, decano del cabildo de la catedral de Sigüenza y, por alguna razón, refundida en 1867 por los campaneros-fundidores Argos, Colmalubieta y Quintana. Es la campana de la obtuvimos imagen de la lagartija o salamandra de la entrada anterior.  En mi opinión es una de las campanas más interesantes y de mejor sonido de cuantas conozco en el Señorío.

La casa.
Sin embargo, para mí, uno de los atractivos mayores que existen en el pueblo es una casa, creo que bien conocida a través de numerosas publicaciones que se han llevado a cabo en los últimos años y que en su fachada de poniente presenta un larguísimo texto epigráfico de finales del siglo XVIII que, al menos para mí, fue un enigma durante muchos años. Se localiza a las afueras del pueblo, en la calle de las Hondonadas, en lo que durante siglos debió de ser el camino del despoblado de Alcalá y una de salidas (entradas) desde Molina.

La casa no destaca por sus dimensiones, acaso tenga dos plantas y cámara en su interior. En la fachada de saliente conserva un patio delantero con algunas dependencias para animales domésticos y, en ella, solo se muestran diversos vanos de ventana con recercado de piedra y un pequeño vano romboidal con decoración de volutas, practicado en una pieza de sillería. Los vanos se disponen siguiendo el clásico eje de simetría que se encuentra en toda la comarca: tres vanos en la cámara, tres vanos en la primera planta. y dos vanos a ambos lados de la puerta ubicada en el centro.

Casa de Manuel Herranz. Parte de saliente.
Fte. imagen: elaboración propia.

En su parte posterior, la orientada a poniente, la casa adquiere un aspecto fuerte, de modo que apenas se encuentran tres pequeños vanos: los dos que se encuentran formando parte de la composición del texto (un pequeño arquillo y la tronera en forma de cruz) y un pequeño hueco de las dimensiones y características del ventanico romboidal que se encuentra en la parte delantera de la casa.




Casa de Manuel Herranz. Parte de poniente.
Fte. imagen: elaboración propia.

El texto.
Lo que parece claro es que la casa se encontraba posicionada durante siglos de tal modo que era lo primero que se encontraban los caminantes bien o mal intencionados al entrar al pueblo. Asimismo, se localiza orientada hacia el lugar de donde provendrían las tormentas habitualmente. El texto es el siguiente:

Texto epigráfico en su facha de poniente.
Fte. imagen: elaboración propia.

O(H), qVE MV- + (cruz) Cho lo DÉ A-
llÁ, Y qVE POCO lo DÉ ACÁ.
tENEr MI-(ventanuco de arcor) SERICOR-
DIA SEÑOR (ventanuco) DEStOS YJOS MO-
R(ADOR)ES DE HON- (ventanuco) BRADOS. PErO
CÓMO qVIERES PECADOR, SALBARTE SI PONES GVE(R)-
RA, SI SABES qE JESVCRISTO, tIENE DE PAZ LA BANDERA,
LOS qE BAIS POR EL CAMINO, NINGVNO POr BALEROSO, FÍE
DE SV PODEr, qVE EStA VIDA ES VN SOPLO,
Y (H)A DE PENAR DESPU(É)S. NO DIgÁYS MAl DE LOS
CRIStIANOS, TEMER Al YNFIERNO DON-
DE SE CAStIGAN A LOS MA- + (cruz) LOS. YO PErDONO A MIS ENE-
MIGOS, A tODOS PIDO PErDÓN, tIMITE DEVN, MISErICOr-
DIA
SEÑOR.
CrEO EN JE-
SVCRISTO, ES-
PErO ME (H)A DE LI-
BrAr, POR MEDIO
DE LA VI(R)GEN, DEL
DrAGÓN INFE(R)NAL.
(Ventana en forma de cruz de calvario): DI-OS SO-BRE tO-DO
AVE MA-
RIA SIN/PECADO
CON-
CE-
VIDA.
LO (H)A ESCrITO MANVEL HER(R)ANZ MArtINEZ.
AÑO DE I79I.



Ciertamente, transcrito así, respetando los usos gramaticales y las grafías de la época (mayúsculas y minúsculas que se mezclan), el texto es un verdadero galimatías. Sin embargo. si éste se presenta de otro modo, se convierte en una interesante plegaria a Dios, y una llamada de atención al caminante que entraba en Hombrados por uno de los principales caminos del lugar:


+
¡Oh!, que mucho lo dé allá
 y que poco lo dé acá.
Tened misoricordia Señor
de estos hijos moradores de Hombrados.

Pero cómo quieres pecador
salvarte si pones guerra
si sabes que Jesucristo
tiene de paz la bandera.

Los que vais por el camino,
ninguno por valeroso
fíe de su poder,
que esta vida es un soplo
y ha de penar después.

No digáis mal de los cristianos,
temed al infierno 
donde se castiga a los malos.
Yo perdono a mis enemigos,
a todos pido perdón,
Timite Deum [temed a Dios],
misericordia, Señor.
Espero me ha de librar,
por medio de la Virgen,
del dragón infernal.

+
Dios sobre todo.

Ave María,
sin pecado concebida.

Lo ha escrito Manuel Herranz Martínez.
Año de 1791.

Aunque no me gustan demasiado las adaptaciones, en las que los textos antiguos pierden su sabor añejo (y desde luego información), pienso que en este caso es importante, para que este elemento de la cultura popular sea valorado actualmente.

Otro aspecto de interés es el vano en forma de cruz en torno al cual gira la expresión Dios sobre todo, y sobre el cual, incluso, se encuentra grabada a su vez una cruz rompiendo la palabra "malos". Un verdadero blindaje contra el "dragón infernal" al que alude el texto.

También es interesante la composición a base de 20 sillares de piedra arenisca blanca que, pese a ser una obra de carácter popular, sin duda fueron objeto de un diseño preconcebido y, desde luego, montados, presentados, en el suelo antes de colocarlos sobre la pared, a fin de que el texto fuera perfectamente legible en la época.

Desconozco más circunstancias de esta casa pretéritas o actuales, tampoco quién fue el tal Manuel Herranz, del que seguramente en un futuro alguien reconstruirá, en la medida de lo posible, su semblanza prosopográfica, su trayectoria vital y social, a través de fuentes como los registros parroquiales e incluso, de conservarse, los libros de concejo.

Por el momento nos quedamos con la belleza del desconocimiento, de lo solamente insinuado, con la fortuna de haber podido conocer esta casa sin retoques durante siglos, y la esperanza de que, si algún día vuelve a habitarse, su rehabilitación conserve toda la dignidad que ha mantenido desde su construcción.






domingo, 7 de junio de 2015

Microhistorias molinesas (III).  Tocar a nublo.


Campana de Cobeta (Sesma del Sabinar). Siglo XVIII. 
Fte. Imagen: Ricardo Quiles.

Como se comentaba en la entrada anterior, una de las formas más habituales de conjurar las tronadas era tocar las campanas. Las campanas, por su carácter sacro, por su bendición especial, por su bautismo, poseían unas propiedades, según las mentalidades del pasado, que las convertían en elementos ideales para proteger a las poblaciones y sus términos de las tormentas, muchas veces provocadas por las huestes adversas.

Durante siglos, basadas las poblaciones en estas convicciones, se mantuvo la costumbre de tocar a nublo, y en los contratos que parroquias y concejos hacían a los campaneros-sacristanes, se especifica siempre, hasta el siglo XX incluso, su obligación de tocar para este fin. En 1847 hallamos el contrato de un campanero en Alustante, acordado en sesión del Ayuntamiento con la presencia del párroco, y entre los muchos puntos del mismo se encontraba:

"hacer señal con la campana cuando se dé la santa unción y tocar a nublo según costumbre; ha de ser a su cargo igualmente regir el reloj, dándole doce reales y demás necesario por todo el año". (A.M.Alust., sign 3.3, 13v.).

Cuándo se toca a nublo

 En determinadas zonas de León y de Castilla, se tocaba en la víspera de Santa Brígida (31 de enero por la tarde) (Suárez, 1997: 394), y se tenía por creencia que tocando en los tres primeros días de febrero se evitaban las granizadas de todo el año pues "en aquellos tres días se cuaxa el granizo, que en el discurso del año ha de dañar los frutos" (Feijoo, 1750: 165). 

También el día de Santa Águeda (5 de febrero) parecía ser otro de los días en los que se tocaba a nublo con ese mismo fin . Ésta debía de ser la razón por la cual era costumbre tocar las campanas aquella noche, con la particularidad de que eran las mujeres las que ejecutaban estos toques, los cuales fueron prohibidos en el siglo XVII, de lo cual queda constancia en el obispado de Sigüenza en 1655 y en el arzobispado de Zaragoza en el sínodo de 1697 (Gelabertó, 1996, 106). En nuestro antiguo obispado se dictaminó:



Y porque estamos informados que la noche de Santa Águeda y Santa Brígida, y de los difuntos, acostumbran algunas mugeres a tocar las campanas, assí las de los sacristanes como otras, de que se pueden seguir los inconvenientes que se dejan ver, mandamos a los curas que por ningún caso lo consientan, ni tampoco que ninguna de las dichas mugeres, aunque sea la del sacristán, se queden de noche en las iglesias, y si lo hizieren, los curas las eviten de las horas y oficios divinos, y las penen por cada vez en dos reales para la fábrica de la iglesia (Santos, 1660: 55).

Es posible que en esta prohibición hubiese un doble transfondo: misógino y anti-superticioso. Y si en el obispado de Sigüenza parecía pesar más lo primero, en el arzobispado de Zaragoza se tenía más en cuenta que estos toques se realizaban "la noche de Santa Águeda, so color supersticioso y observancia vana, que en aquélla se forman o engendran los nublados(Gelabertó, 1996, 106). Quizá por esas razones en las que la cultura popular resulta ser más fuerte (o al menos mejor corredora de fondo) que la cultura oficial, se conservó esta costumbre en pueblos del Señorío, como Fuentelsaz, donde pudimos registrar hace años un repique que se hacía para Santa Águeda.


Audiovisual: Repique de Santa Águeda. Fuentelsaz.
Fte.: Elaboración propia.

Tras ese prolegómeno que se centraba en los primeros días de febrero, el toque se comenzaba a hacer el 3 de mayo, día de la Invención de la Cruz.  Por norma general se tocaba a medio día en el momento en el que se rezaba el Ángelus, de modo que durante el periodo del año en el que duraba su ejecución sustituía al toque ordinario de oración, basado en tres series de tres badajadas espaciadas por tres silencios en los que debía caber el rezo del Ave María.  Era este, pues, un toque preventivo que se ejecutaba cotidianamente entre la primavera y el verano, hubiese o no amenaza de tormenta.

Su fecha de finalización podía ser San Pedro (29 de junio), la Virgen de Agosto (15 de agosto) o incluso el día de la Exaltación de la Cruz (14 de septiembre), de modo que en muchos lugares en los que regía esta última fecha se hablaba de que el toque cubría “de Cruz a Cruz”. Como se puede observar, fueran cuales fuesen las fechas en las que se tocaba a nublo, todas ellas tenían una incuestionable relación con ciclo agrario. 

Aparte de estos toques preventivos, claro está, el toque de nublo se repetía en el momento real en el que amenazaba la tormenta. Era entonces cuando el toque cobraba todo su sentido. No he llegado a saber quién era el que pedía al campanero que subiera a tocar en estos momentos tan comprometidos para la comunidad, o si era el propio campanero el que sabía por experiencia propia y colectiva, el momento más indicado para ejecutarlo. Es muy probable, no obstante, que fueran los oficiales de los concejos los que dispusieran cuándo había que tocar.

Se habla de la peligrosidad que conllevaba este toque para el campanero (Llop y Alvaro, 1986: 28) e incluso de las muertes de muchos de ellos alcanzados por el rayo (Ariño, 1988:145 apud Alonso, 1993:145). Parece obvio (hoy) que era una temeridad subir al campanario en medio de una tronada y estar manejando unos objetos de metal pero, sin duda, era mayor la necesidad que la percepción de peligro. Asimismo, "la cultura popular rural construía en torno a la campana toda una devoción por su supuesto carácter infalible rompedor de mil nublados. Para el limitado horizonte cognitivo de la cultura campesina no hay duda de que esta propiedad tendría un valor de ciencia exacta". (Gelabertó, 1991: 332).

Cómo se toca a nublo.

La sensación de haber llegado tarde es una de las que más frustración producen en el investigador. Pensar que durante siglos se ha estado repitiendo un fenómeno antropológico determinado y que las personas que lo han reproducido tan solo hace unos años que han muerto y que las que lo han conocido apenas recuerdan unos pocos detalles, a veces inconexos, es muchas veces decepcionante.

Si a esto se une el desinterés social e institucional que ha habido y todavía hay por preservar dichos fenómenos culturales, la labor del investigador, no solo se desarrolla hoy en una precariedad antológica sino que esto seguirá sucediendo en el futuro. Con el consiguiente empobrecimiento cultural de los pueblos. Claro está, hablamos de un patrimonio "poco importante"  de ese que aquí se ha despreciado sistemáticamente (de nuevo nos topamos con la Subcultura del ¡bah! ) y que en otros territorios españoles y, por supuesto, en Europa, se valora como una de las herencias más apreciadas.



Audiovisual sobre la conservación de toques de campanas en Inglaterra.

Así pues, si bien he podido comprobar que en todos los pueblos del territorio de Molina alguien recordaba que el toque de nublo se hacía en el pasado, muy pocas personas sabían exactamente cómo se tocaba. He de decir, sin embargo, que yo lo aprendí en Alustante a través de mi abuelo Juan que, ya enfermo, me lo canturreaba moviendo los brazos, como si tocara realmente las campanas y, años después, ya en el campanario, pude confirmar, gracias a Antonio Sánchez Rezusta "Olemaña", hijo del campanero que precedió a mi abuelo, que el toque era tal como se me había transmitido en casa. He de decir que fue todo un cúmulo de casualidades, pero lo importante es que logré aprender el toque.

Extrapolar un caso particular a un ámbito general siempre es arriesgado, aunque es muy probable que el toque fuera muy parecido en el resto del Señorío de Molina e incluso de buena parte del antiguo obispado de Sigüenza. Es sabido que estos toques, al incitar a la oración, a plegarias populares, también acabaron inspirando cancioncillas, a través de las cuales quizá podemos averiguar qué ritmos predominaban en estos toques.

Aunque hay más temas rítmicos en la Península para tocar a nublo nos hemos fijado en dos de ellos: el llamado tintilinublo (que reproducimos en el vídeo), y el tema tente-nube, cuya extensión geográfica fue tal que se encuentra tanto en Aragón como en León y Castilla, e incluso se han hallado variantes en Sudamérica. En realidad son muy parecidos uno y otro, de modo que es probable que procedan del mismo tema rítmico: el tente-nube se basa en grupos de cocheas (a veces con una negra al inicio de compás) y el tintilinubo ha adquirido más notas de adorno.

El primero de los dos temas, el tente-nube, basa su nombre precisamente en la recitación de unos versos como fórmula nemotécnica que, al menos en el área leonesa era así: "ten-te-nu-be, ten-te-tú, qué-más-pue-de-Dios-que-tú" (Suárez, 1997, 395). Sin embargo, sin duda existieron otras pequeñas cancioncillas que acompañaron a este popular tema, una de ellas la conocidísima Santa Bárbara bendita, que precisamente en el Señorío de Molina decía:


Santa Bárbara bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita,
si es de agua ven acá
si es de piedra tente allá.
...
De los moros es la piedra
de nosotros es la cruz.
Pater noster, Amén Jesús. (Sanz, 1985: 197)

Que se conservaran en el territorio oraciones, canciones, poemas siguiendo este ritmo, indica que quizá el tente-nube también pudo oírse desde los campanarios de nuestros pueblos.

En cuanto al tintilinublo, la existencia de cancioncillas que lo acompañaban fue demostrada por José Antonio Alonso en tres versiones recogidas en otros tantos pueblos del antiguo obispado de Sigüenza: Robledo de Corpes (Tierra de Jadraque), Sienes (Episcopalía de Sigüenza) y Ciruelos del Pinar (Tierra de Medinaceli) (Alonso, 1993: 162), lo cual indicaría que al menos este toque (y quizá alguno más) habría tenido una difusión diocesana. Veamos la letra del tíntilinublo en Ciruelos del Pinar:

Tintilinublo
que viene nublo
con una mula blanca
y otra negra.
Dile a la abuela que toque la vihuela;
dile al pastor
que toque el tambor;
dile a Perico
que toque el abanico.
Y si no lo toca bien
que le den
que le den
que le den
con el rabo de la sartén.

En el territorio del Señorío de Molina, Mariano Marco publicó en el periódico Labros unas valiosísimas coplillas que muestran aproximadamente cómo podría ser los temas rítmicos de este tipo de toques en el conjunto de la comarca (Marco, 2002: 4):

Ténterenulo que viene nulo (sic)
por el cerro de la Mesa,
con los ángeles de San Juan;
que sea de agua y no de piedra,
por el bien y por el pan.

Ténterenublo que viene nublo
por los cielos de Aragón;
si es con agua, que nos llueva
y si no vaya con Dios.

Tántara tin, tántara tan,
unos vienen y otros van,
las mañanas de San Juan.


Audiovisual: Tintilinublo. Alustante (Sesma de la Sierra)
Fte.: Elaboración propia.
Puesto que, aparte del toque de nublo ordinario, interpretado a medio día, el toque se repetía cuando llegaba de verdad la tronada, y que además de la atribución sagrada de las campanas, en este caso también se valoraba el ruido por su poder contra el nublado, cabe también la posibilidad de que, como ocurría en tantas partes de Europa, el toque de nublo en estos casos consistiese en un bandeo general de las campanas

Así pues, Francesc Llop registró a principios de la década de 1980 esta costumbre en la comarca de Sobrarbe. Este ritual se encuentra documentado en multitud de lugares: en el siglo XVIII en la Auvernia de modo que: "le guste o no, en la mayor parte de la provincia, el cura debe permitir que sus parroquianos lancen las campanas al vuelo para alejar la amenaza de granizo en caso de tormenta" (Goubert, 1976). El hecho de hacer sonar las campanas a carillon tras ciertos toques a badajo, durante una tormenta, habría alcanzado en Francia la década de 1990 (Sutter, 2007: 10).

Vigencia y desaparición del toque de nublo.

La creencia sobre la efectividad de este tipo de toques, en el ámbito popular al menos, parece ser que se mantuvo vigente hasta las décadas de 1940-60, pero desde al menos el siglo XVI en el ámbito de la cultura oficial, este tipo de prácticas comienzan a cuestionarse.

Eugenio Moreno Alonso (1924-2014)
Campanero de Tartanedo (Sesma del Campo).
Fte. imagen: Elaboración propia.

El Pontificale Romanum, esto es, el libro donde se contienen las ceremonias, bendiciones, funciones, etc. pontificias y episcopales, conservó a lo largo de los siglos fórmulas rituales que ponían de relieve, con claridad, las propiedades apotropaicas de las campanas:

 “(…) donde quiera que suene esta campana, huya lejos la fuerza oculta, la sombra fantasmal, el ataque de los torbellinos, el golpe del rayo, la herida de los truenos, la calamidad de las tempestades y todo espíritu de las tormentas (…) y cuando su melodía suene en los oídos de los pueblos, crezca en ellos la devoción de la fe, y expulse lejos todas las asechanzas del enemigo, el estruendo del granizo, los torbellinos, el ímpetu de las tempestades; que los soplos de los vientos se tornen provechosos, y acaben amainando; dobléguense a tu diestra las potestades del aire; que al oír esta campana tiemblen y huyan ante la santa cruz de tu Hijo representada en esta bandera (…)” (Trad. propia apud Ferreres, 1910: 43-45)*.

Sin embargo, en el siglo XVI ya se observan intentos por explicar de una forma racional, sin eliminar del todo lo anterior, el efecto que había atribuido a las campanas sobre las tormentas. Así pues, el matemático y eclesiástico, natural de la vecina Daroca, Pedro Sánchez Ciruelo, en su tratado Reprouación de las supersticiones y hechizerías, editado en Salamanca en 1538, condena la fe en los nigrománticos y en los que se dicen “públicos conjuradores”, esto es, personas que cobraban por hablar con las nubes, cargadas de demonios, para que se alejaran de los poblados, señalando “que todas estas cosas comúnmente vienen por curso natural de sus causas corporales, y no porque los demonios las trayan”. (Sánchez, 1538: 43r).

 Con todo, Ciruelo aún consiente que “dado caso por nuestros pecados alguna vez acabo de muchos años permita Dios que los diablos trayan nublados y tempestades a nuestra tierra, aquello es por maleficio de algún nigromántico que haze cerco e inuoca a los diablos para hazer mal y daño en algún lugar, y aun algunas vezes lo hazen los diablos por mandado de Dios, que está ayrado contra algún pueblo” No obstante, la lectura detenida de la obra Ciruelo sobre este tema vierte muchísima más razón que superstición, lo cual debió de influir enormemente, ya por aquel entonces, entre las clases instruidas o, al menos, las no incluidas en la categoría de la “simple gente”, especialmente en el clero.

Como matemático, Pedro Sánchez Ciruelo también intenta explicar el sentido de tocar las campanas ante la amenaza de tormentas:

En este caso de tempestad de nublados, el remedio natural es que se hagan los mayores estruendos y mouimientos que pudieren en el ayre, conviene a saber: que hagan tañer en torno y a soga las mayores campanas que ay en las torres de las yglesias y las que más rezio sonido hagan en el ayre y junto con esto hagan soltar los más rezios tiros de artillería que se pudieren armar en el alcázar o fortaleza de la cudad, los tiren contra la mala nuue.

“La razón desto es porque ella es vna espesura o congelación hecha por el frío, y haziendo aquel grande mouimiento en el ayre con las campanas y bombardas, despárzese y caliéntase algo el ayre,  y ansí la nube se disuelue o derrite en agua limpia sin granizo o piedra, y también hazen mouer de allí la nuue a otro lugar con el grande mouimiento de ayre” (Ibídem: 54r).

Salamandra en una campana de Hombrados (Sesma del Pedregal)
Fte. imagen: Elaboración propia.

Sin duda, ya por influencia de teóricos como Ciruelo, parece haber entre el clero seguntino disensiones contra los poderes civiles locales, lo cual se ataja desde el Sínodo diocesano de 1655, conservando la vigencia de estos toques y justificándose por la preservación de las cosechas, de las que se extraen los diezmos:

 “Otro si, por quanto estamos informados que algunos curas impiden a los concejos el aprovecharse de las campanas de la iglesia parrochial para tocar a nublo, y para quando es necesario, que se junten a concejo, mandamos a los curas, que por ningún caso se lo impidan por ser en beneficio público; con tal, que si por culpa suya se quebraren, tengan obligación a su reparo, y exortamos a los curas, que cuando amenaza tempestades en verano, cuiden de conjurar, por lo mucho que importa a ellos y a los demás interesados en los diezmos” (Santos: 1660: 55).

Hay que tener en cuenta que las Constituciones emanadas de este Sínodo se mantienen vigentes nada menos que hasta 1948, año en el en que el obispo D. Luis Alonso Muñoyerro convoca uno nuevo. No obstante, esta disposición acerca de los toques de concejo y nublo se conservan y, aunque, evidentemente ya no se habla de diezmos (abolidos en la primera mitad del sigo XIX), se continúa hablando de beneficio público para  la preservación de estos toques (Alonso, 1948: 178). Esta sería la razón por la que se conservaran en los pueblos de la antigua diócesis de Sigüenza hasta hace no demasiadas décadas.

A preservar el patrimonio tocan.

Como causa directa, aparente, la desaparición del toque de nublo se encuentra en el cambio litúrgico que se da en la Iglesia Católica en las décadas de 1960-1970, sin embargo, la causa última (o primera) está en el profundo cambio social y mental que ha experimentado el medio rural español.

Hoy, desde luego, nos parecería del todo impensable seguir interpretando estos toques con el fin de deshacer una nube, más aún cuando, tras casi cuarenta años de recibir día tras día información del Metosat en nuestras casas, se sabe que no existe una relación causa-efecto entre el sonido de las campanas y la circulación general de la atmósfera, lo que justificaría de sobra que la razón de ser de estos toques ha desaparecido por completo. 


No obstante, su conservación no es para nada una cuestión descabellada. Desde hace tiempo, el patrimonio cultural intangible se está comenzando a valorar tanto a escala internacional como nacional y regional. En mi opinión, reconocer su valor y dotar de protección a aspectos culturales inmateriales mantenidos durante siglos, elevarlos al nivel del interés que gozan ciertos monumentos, objetos o restos tangibles, está siendo uno de los grandes logros de las sociedades de finales del siglo XX y principios del XXI.



Filomeno Escalera Benito
Campanero de Taravilla (Sesma del Sabinar).
Fte. imagen: Elaboración propia.

La UNESCO, el conjunto de la Unión Europea y, poco a poco el Estado Español, están abogando a través de diferentes instrumentos para salvaguardar este tipo de patrimonio. A escala regional, la elaboración de la Ley de Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha, aunque pueda ser mejorable, también pone en el punto de mira fenómenos culturales del tipo que hemos descrito en este artículo. Sea como fuere, esta realidad nos apremia a los ciudadanos y ciudadanas -también a los vecinos y vecinas del Señorío de Molina- a seguir trabajando para que nuestra cultura inmaterial se pueda seguir preservando y transmitiendo sin complejillos, conscientemente, con dignidad, a generaciones futuras.

 Notas:
 * (…) ubicumque sonuerit hoc tintinabulum, procul recedat virtus insidiantium, umbra phantasmatum, incursio turbinum, percussio fulminum, laesio tonitruorum, calamitas tempestatum, omnisque spiritus procellarum (…) et cum melodia illus auribus insonuerit populorum, crescat in eis devotio fidei; procul pellantur omnes insidiae inimici, fragor grandinum, procella turbinum, impetus tempestatum; temperentur infesta tronitrua; ventorum flabra fiant salubriter, ac moderate suspensa; prosternat aereas potestades dextera tuae virtutis; ut hoc audientes tintinabulum contremiscant, et fugiant ante sanctae crucis Filii tui in eo depictum vexillum (…)”

Bibliografía:

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Fuentes documentales:
Archivo Municipal de Alustante. Concejo/Ayuntamiento, sign 3.3. Acta de sesión. Escritura del Sacristán. Alustante, 1847/septiembre/11, fol. 13r-v